Yo soy atomista,
me divido en indivisibles
y cuento cuantos,
si es necesario.
Materia etérea
a la velocidad que me place.
Y que no me vengan con historias,
ni derivadas covariantes,
ni singularidades,
ni alimañas de semejante calaña.
Que el espacio y el tiempo
no son lo que parecen.
Bien lo sé,
y ellos no.
¡Ay, ilusos!
A vueltas con el continuo,
y vueltas,
y cien mil vueltas más,
ebrios de reales y complejos.
Emplazo a quien quiera
a batirse conmigo
en un duelo de predicciones
y falsaciones.
Con el tiempo venceré,
puesto que no existe.
Ni existes tú, ni yo,
ni nosotros, ni vosotros, ni ellos.
Pienso, luego pienso,
y nada más.
Patead las piedras si así lo deseáis.
Pisadlas, aplastadlas,
lanzadlas contra mí,
por centenares y por lustros.
No me creo nada,
no soy objeto de nadie,
salvo del propio sujeto,
o quizás ni eso.
Aunque podéis referirme con una X,
si preferís nombrarme,
no me asignéis dimensiones,
ni dirección,
ni sentido,
bajo ningún concepto,
ni en figurado,
ni en recto.
No me clasifiquéis,
no me defináis,
no me contextualicéis,
no me apliquéis tan siquiera el tercio excluso,
que puede ser cierto o falso.
Dejadme libre
y limpio de polvo y paja.
Xavier Noria
Barcelona, julio de 1996.